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En peligro de muerte: un sacerdote y las relaciones de la Iglesia y el gobierno en Nicaragua

El padre Edwin Román está débil. Lleva una semana bajo asedio de policías antimotines que no le permiten salir de la Iglesia San Miguel Arcángel, en la rebelde ciudad de Masaya. Hoy usará la última dosis de insulina que le queda. Pero el sacerdote no da señales de abandonar a las madres nicaragüenses que en la parroquia hacen huelga de hambre.

Y un sacerdote muerto por un coma diabético sería un problema serio para el gobierno de Daniel Ortega.

“Es un clavo”, dijo Monseñor Mántica, usando la expresión nicaraguense para referirse a los problemas serios. “Es un clavo, y más en Masaya”.

Durante una semana, la iglesia ha estado rodeada por un cerco policial que no permite que nadie lleve agua o alimentos al padre Román. Un grupo de jóvenes que intentó hacerlo fue arrestado. Los servicios de electricidad y agua potable a la iglesia han sido cortados.

Y es que el asedio a la Iglesia del padre Román se ha convertido en el símbolo de los embates que por segunda vez en la historia la Iglesia católica nicaraguense sufre bajo un mandato de Daniel Ortega. Se trata de la repetición del antagonismo y los ataques que se sufrieron en los 1980, cuando ni el entonces Papa Juan Pablo II, se salvó de ser irrespetado.

Observadores que han seguido la historia reciente, no entienden cómo Daniel Ortega, que al iniciar su segunda etapa de gobierno en el 2007 presentó una cara amable a la Iglesia, puede ahora desatar represión y agresiones contra los sacerdotes por haberse puesto al lado de los que desde el año pasado han venido protestando contra el gobierno.

“Las repercusiones internacionales de la masacre del año pasado lo tienen ofuscado y (Ortega) ha perdido toda racionalidad”, explicó a la Voz de América, Humberto Belli, ex ministro de Educación bajo la presidenta Violeta Chamorro y un académico muy cercano a la jerarquía católica nicaraguense.

Belli escribió en los años 1980 el libro «Cristianos bajo fuego», un detallado recuento de cómo el gobierno revolucionario de entonces pretendió suplantar a la jerarquía creando una llamada “Iglesia Popular”, la cual con la complicidad de algunos sacerdotes, se puso al servicio de los intereses propagandísticos del régimen.

“A Ortega se le ha olvidado todo lo que aprendió en los años 80, porque esa confrontación con la Iglesia Católica le costó muchísimo en términos de imagen internacional y de la feligresía en Nicaragua”, valoró Belli.

Uno de los incidentes que más ofendió a la Iglesia Católica, según el libro de Belli, fue la vejación de monseñor Bismark Carballo.

El sacerdote explicó, según la publicación, que acudió a casa de una mujer que le pidió ayuda por supuestos problemas familiares. Al ingresar a la vivienda señaló que fue atacado por varios hombres que lo golpearon y lo obligaron a desnudarse. Uno de ellos, presuntamente el esposo de la mujer lo sacó a la calle a golpes al mismo tiempo que pasaba una manifestación contra EE.UU. Cámaras sandinistas grabaron las imágenes del sacerdote desnudo, y luego las usaron para denunciarlo por supuestamente haberlo descubierto teniendo un amorío con una mujer infiel.

En 1990, tras la derrota de Ortega, varios ex miembros de la Dirección General de Seguridad del Estado revelaron que la vejación del padre Carballo, fue un montaje del gobierno contra quien era uno de los obispos más críticos del régimen, revela el libro. También hablaron sobre cómo se montó la manipulación ocurrida durante una de las homilías del Papa Juan Pablo II, durante su primer visita a Nicaragua en 1983. En esa ocasión, el gobierno colocó frente a la tarima del Papa, a centenares de simpatizantes que exigían a gritos que el líder de la Iglesia denunciara la guerra de los guerrilleros “contras”.

“Queremos la Paz, queremos la paz…”, coreaban los sandinistas, ahogando la voz del Papa, cuyo micrófono era controlado por la misma persona que daba volumen a los micrófonos ubicados frente a los sandinistas, según el libro de Belli. En un momento, el Papa pidió silencio tres veces para luego exclamar a todo pulmón: “la primera que quiere la paz, es la Iglesia!”.

El incidente, indica la narración, fue catalogado de “sacrílego” y “bochornoso” por obispos y laicos nicaragüenses. Juan Pablo II regresó a Nicaragua tras la salida de Ortega del poder en 1990, y se refirió a su primera visita como “la noche oscura”. El fallecido comandante sandinista, Tomás Borge, ex Ministro del Interior, reconoció en los años 1990, que la manipulación de la visita del Papa había sido un «enorme error».

Tras su triunfo electoral en 2006, Ortega buscó un acercamiento con el entonces líder de la Iglesia Católica, el cardenal Miguel Obando y Bravo, a quien, aunque ya jubilado de su vida pastoral, le pidió encabezara una comisión gubernamental de reconciliación y paz. Obando y Bravo aceptó y por el resto de sus días asistió a los actos oficiales.

Ortega visitaba las iglesias y decidió casarse por la Iglesia con su compañera de años, Rosario Murillo. Pero el escepticismo reinaba entre muchos obispos, dice monseñor Mántica. “Nosotros comentábamos que cuando hay arrepentimiento debe haber actos de reparación y eso no se vio con claridad, fue muy débil”, explicó el religioso. “Hoy se está demostrando que no había un verdadero arrepentimiento, una verdadera reflexión de que se había actuado mal”.

Y mientras Ortega usaba la figura del octogenario Obando y Bravo, en la Conferencia Episcopal se acumulaba la inconformidad por el autoritarismo del mandatario y su aparente afán de perpetuarse en el poder. La gota que rebasó el vaso fue la represión de las protestas del 2018.

La Iglesia inmediatamente pidió el cese de la violencia policial. Llamó a un diálogo nacional. Pero el diálogo fracasó ante la negativa del gobierno de adelantar las elecciones previstas para el 2021, y consideró todo llamado a una apertura política como una estrategia golpista, en la que incluyó a los obispos.

“Los párrocos reaccionaron con solidaridad, ofreciéndole a los manifestantes refugio en las Iglesias”, explicó el ex ministro Belli. “Luego cuando se pidió apertura política lo interpretaron como golpista, y entraron en una etapa de ofuscación en la que el mero llamado a la apertura democrática era golpe de estado. Le resintieron mucho a los obispos haber auxiliado a las víctimas de la masacre y a las familias de los presos políticos”.

Y de esa forma, las relaciones se han venido deteriorando, según los obispos. La ayuda humanitaria que la Iglesia distribuía entre los pobres tiene ahora meses de estar retenida en las bodegas de aduanas. A los sacerdotes se les ataca en los medios oficialistas y se les tilda de «golpistas». El célebre comandante “Cero”, Edén Pastora, quien ha vuelto a militar junto a Daniel Ortega, ha llegado a decir en una entrevista televisada, que el obispo Silvio Báez “debería estar claro que las balas atraviesan las sotanas”. Báez fue llamado por el Vaticano a Roma, donde se le asignaron otras responsabilidades y se le apartó de sus funciones como obispo auxiliar de Managua.

El Papa Francisco se ha mantenido atento a la situación, y a inicios de esta semana envió un mensaje privado a Ortega. No se ha conocido el contenido del mensaje, pero éste aparentemente no tuvo efecto pues se mantiene el asedio a la Iglesia San Miguel Arcángel, donde el padre Román alberga a las “Madres de Abril” que continúan en huelga de hambre.

Y cuando otras madres iniciaron otra huelga de hambre el lunes en la Catedral Metropolitana de Managua, un grupo de simpatizantes sandinistas irrumpió en el lugar y golpeó al sacerdote Rodolfo López.

“Voy a realizar una serie de exorcismos por estos hermanos que están siendo instrumentos de Satanás”, comentó posteriormente el padre López.

El cardenal Leopoldo Brenes habló con la vicepresidenta Rosario Murillo para que la policía levante el cerco armado que tiene alrededor de la Iglesia San Miguel de Masaya y se permita el ingreso de alimentos, comida e insulina para el padre Román. Murillo, según Mántica, exigió que se se le ordenara al padre Román salir de la parroquia y que suspendiera su apoyo a la huelga de hambre y que las madres abandonen la Iglesia. Román sigue firme en su apoyo a las madres. Y el Cardenal no ha ordenado aún a Román desistir de apoyarlas.

“Dudo muchísimo que el Cardenal de esa orden”, explicó monseñor Mántica, “pues el no está en desacuerdo con que se respalde a las madres de los prisioneros políticos”.

En Washington, la situación de Nicaragua es seguida de cerca por los funcionarios de la administración Trump. Este jueves, el subsecretario de Estado interino para el Hemisferio Occidental, Michael Kozak, criticó en un tuit el asedio a la iglesia en Masaya como ejemplo de «inhumanidad».

Ortega por su parte acusa a la Iglesia Católica de estar aliada con sectores opositores que pretenden derrocarlo, e insiste que muchos de los que han encontrado refugio en la iglesia, no han sido manifestantes civiles, sino «terroristas armados». Al grupo arrestado por intentar llevar agua al padre Román, según la policía se le encontró una escopeta y cuatro cartuchos. Los familiares de los detenidos calificaron la acusación como una «burda mentira».

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