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Desde La Cárcel de St. Claire

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CCRAlberto Hernández fue detenido el año pasado por haber entrado a Estados Unidos sin los documentos requeridos, y debió pasar dos meses en la Cárcel de St. Claire.

Transcribimos sus impresiones desde el centro de detención. Por el estilo ágil, dinámico, y por su manera de compartir un punto de vista al que no siempre podemos acceder, merece ser publicado en nuestra sección de “Café con Ron”.

Gocho Versolari

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“Hot Trays!”

Llamado enérgico que me arranca de mi más profundo sueño. El despertar de un nuevo día ha comenzado. Con los pies casi arrastrando y los ojos dormidos, camino como en un desfile detrás de otros, paso a paso, por ese largo y frío pasillo, hasta llegar a los comedores, tan pequeños e incómodos que algunas veces es preferible comer de pie, con el plato en la mano.

Hot Trays…!

Este penoso proceso se rompe con el anhelado desayuno, acompañado con una oración en voz alta o en silencio. Por un segundo el silencio reina y desaparece con algún gracioso comentario. Somos afortunados y gozamos al contemplar el amanecer y los primeros rayos del sol,.

En esta cárcel, apreciamos una bella alborada, aunque sólo la veamos a través de un monitor. Eso no importa, ya que para estos hombres lo más insignificante y sencillo es una joya, un tesoro muy bien valorado. Aquí el más fuerte y rudo tan sólo es un hermano, un miembro de la gran familia. Por más grande que sea su dureza, lo observamos convertirse en un niño juguetón. En un agradecido que ríe de alegría porque has compartido con él una galleta. De tan agradecido hasta te ha cedido su desayuno. Aquellos que ayer se equivocaron hoy muestran sus verdaderas caras Aquí se muestra como realmente son y no con la imagen que los demás puedan tener de ellos.

En este extraño lugar no existen las horas ni los minutos, sólo existe el tiempo como tiempo, es decir como un entretejido de paciencia. Un vaso, una hoja, una pluma, un rollo de papel y una larga lista de cosas pequeñas aquí significan mucho. Son bienes apreciados en esta familia, que te recibe con alegría; te arropan si vienes desnudo; te alimentan si estás hambriento. Es regla o tradición mostrarte cada “tip”, cada truco que puede dar un poco de placer a tu estancia. Si te duermes mientras esperas tu visita o simplemente la olvidas, siempre habrá alguien que te la recuerde, porque aquí eso no se debe perder. Cuando sucede no sólo afecta uno sino a todos .

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Jamás caes en este lugar, pues alguien siempre cuida de ti. Aquí no reina la tristeza, mucho menos la soledad. El silencio se rompe con las letras que inspiran a estos, los golpeteos de un vaso, pared, incluso el puño contra el pecho o a veces el chasqueo de los dedos son las pistas perfectas para dar vida a una canción inspirada.

Cada noche el día se despide con una oración de agradecimiento y se brindan aplausos. Antes de dormir, todos se unen al unísono entonando un tema, ya sea de libertad, familia, sueños anhelados, o cualquier motivo que sirva para unir a estos individuos y fundirlos entre sí a pesar de las enormes diferencias entre uno y otro. Algunas veces mientras todos duermen, puedo escuchar a alguien cantando con sentimiento dirigiéndose a la pequeña ventana que muestra un trozo del cielo nocturno. Un lobo herido cantando a su amada luna.

Cierto día caminando por el pasillo, observé tras la ventanilla las cuatro luces rojas de una torre. Me detuve. Desde el punto en el que estaba, dejaban de ser luces y se convertían en carmines diamantes que adornaban la oscuridad. En ese instante todo se llenó de magia y mi corazón palpitó gozoso. Fue un momento perfecto entre esa señal del cielo y yo.

El momento terminó cuando algunos villancicos llamaron mi atención, un gracioso personaje en traje rojo y larga barba acompañados de otras personas deseaba una feliz Navidad a los presentes. De una enorme bolsa salieron obsequios para todos y como niños cantando, llenos de alegría, recibían los panes recién horneados, acompañados de un mensaje bíblico y una carta deseando buenos deseos. De una mano a la otra, corrían las bolsitas los colores, los aromas. Fue un momento perfecto. Palabras perfectas, en el en la situación perfecta. Lágrimas de gratitud, felicidad, compasión, amor. «Sabemos que no es fácil, no es agradable estar en esta situación en estas fechas» decía el principio del mensaje. Y tenían razón. No era fácil. Muchos de nosotros, volvíamos en el tiempo para revivir los buenos momentos con los seres ausentes y amados, pero aquí, ya no estábamos tan solos. No es fácil, pero seguimos adelante, aceptados y aceptando lo que tenemos, que aunque es poco en estas paredes brilla como en ningún otro lugar.

3…2…1!

La cuenta regresiva. La mayoría pidiendo algo más para este nuevo año. Todo ha sido demasiado rápido y vuelvo a pensar que   este lugar, a pesar de las rejas, me ha mostrado una forma de libertad. He vivido algo mágico, que siempre irá conmigo; que no podré olvidar. Navidad entre amigos, regalos y canciones. En este lugar, donde al separarnos de la sociedad como castigo, nos permiten estar más cerca de nuestros dioses, en una unión de paz. Porque somos el que ama y somos el amado.

Así es como he vivido una Navidad en la cárcel de St. Claire.”

Sobre Alberto Hernández.

Alberto HernandezNació en la ciudad de Poza Rica, Veracruz. Es el hijo menor de un padre Nahuatl y madre Totonaca y tiene una fascinación por la escritura, la fotografía, al igual que el de dibujar, pintar, y crear cosas nuevas. Ya que esta de regreso en México, tiene las esperanzas de poder estudiar una carrera de trabajo social, además de psicología y arte.

 

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