Sociedad y Farándula

Charleston: “Los Pobres Asesinos: Blancos, Atormentados y con Problemas…” ― Reflexión por Jennifer Hale Gallardo

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Imagen viral en Twitter, publicada por 

Charleston.
Miércoles, 17 de junio.
Verano del 2015.
No recuerdo cuándo ni donde recibí la noticia. Una masacre. En un santuario religioso. Un hombre terminó con la vida de hombres y mujeres negros que rezaban en un templo.
La crónica me congeló y me produjo esa sensación tan conocida de hundimiento; el terror regresaba.
Después del estupor, llegaron las reacciones. Enojo. Indignación. Devastación. Asco. Dolor. El peso aplastante de un abrumador dolor mental. En los días que siguieron, no percibí lo mismo en la gente blanca que me rodeaba. De ellos, llegaba un silencio incómodo; un conformismo callado; una inexplicable  resignación, coronada con el mismo comentario: Desafortunadamente, así son las cosas.

La única persona blanca que me habló sobre este tema fue un amigo muy querido. Recibí un texto suyo al día siguiente de lo ocurrido:
Tiroteo horrible anoche en Carolina del Sur en la iglesia negra más antigua. 9 asesinados incluyendo al pastor por un hombre blanco de 21 años. ¡Muy triste! Creo que ya encontraron al joven. 6 mujeres, 3 hombres fueron víctimas. Parece que 3 sobrevivieron. Perdonó a uno solo para que avise a los demás lo que acababa de ocurrir. Estuvo sentado con sus víctimas, rezando durante una hora antes de comenzar su orgía de asesinatos. Definitivamente un joven atormentado, con problemas. »

Este último comentario es común a muchas personas de raza blanca en los Estados Unidos.  Marca la discrepancia entre el crimen de un blanco y el de un negro. Algunas mentes con un poco más de sentido crítico, preguntan: Si un negro mata, es delincuente o terrorista, pero si un hombre blanco mata, ¿es un loco? La caracterización de un hombre joven atormentado también camufla una larga historia de ataques a iglesias negras bajo un manto de amnesia histórica, lo que lleva la revista The Atlantic a publicar un artículo recordando a la gente que «Delincuentes y terroristas han atacado iglesias negras por generaciones.»[1]

Decir que este hombre blanco es sólo un joven con problemas, mantiene la raíz del odio que en este país nunca se ha cortado. No decir que el asesino es en gran medida producto de nuestra sociedad, criado en el pensamiento de la supremacía blanca tejida en todas nuestras instituciones y en nuestra vida diaria, es irresponsable. Con esta concepción, prolongamos la monstruosa violencia con nuestros pensamientos. No es suficiente que la gente blanca en este país, aunque sean bien intencionados, amables y cariñosos como mi amigo, que realmente desea que se sanen las tensiones raciales, sientan tristeza cuando personas negras inocentes mueren sin sentido de esta manera horrible. El sentimiento de enojo debiera ser tan intenso como el de sus hermanos y hermanas negros. Ellos saben que sus propias vidas y las de sus familiares, podrían estar en juego al salir por la puerta de cualquier casa de afroamericanos en los EE.UU.

Sin una firme disposición para enfrentar y desmantelar esta gran cárcel de privilegio blanco que forjó este país, el derramamiento de sangre injusto continuará como lo ha hecho durante generaciones en esta tierra. La sola simpatía por la difícil situación de otra persona, por más genuina que sea,  no es suficiente. Hasta que sintamos mutuamente el dolor de otros como si fuera el nuestro propio; mejor dicho, hasta que el dolor del otro se convierta en el nuestro, la verdadera sanación, racial y social, no se dará en esta tierra. Si esto no se cumple, el terror volverá desde las sombras, una y otra vez, con el disfraz de un «hombre joven, atormentado y con problemas».

 

[1] El ataque más infame fue el bombardeo 1963 en una iglesia en Birmingham, Alabama, que mató a cuatro niñas negras. Desde entonces se han repetido los ataques  en templos afroamericanos.

 

Jennifer Hale Gallardo ―

Antropóloga estadounidense de descendencia cubana. Estudia y escribe sobre la interculturalidad, el poder, y  cómo generar la sanación social promoviendo las condiciones psicológicas, emocionales, sociales y políticas que permitan entendimiento y respeto entre pueblos, etnias y naciones.  Hay una pregunta que, repetida diariamente, guía sus acciones: “Si la vida se deleita en la diversidad, ¿por qué no nosotros?”  Se puede comunicar con ella en jenniferhalegallardo@gmail.com.

 

 

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