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La mesa de los venezolanos, cada vez más afectada por la crisis económica

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Caracas, Venezuela (Reuters/NM) –   Desde hace meses, y de manera rutinaria, muchas familias venezolanas tienen que hacer malabares para tener un plato de comida en la mesa. Este es el caso de la familia de Álida González, que ha tenido que saltarse el almuerzo para poder afrontar la mala situación que vive la economía familiar.

La galopante inflación de Venezuela y la escasez crónica de alimentos ha obligado a esta ama de casa de 65 años y a los cuatro miembros de su familia a cambiar y a reducir su dieta, aumentando su consumo de carbohidratos y cortando drásticamente la ingesta de proteínas, muy caras o, simplemente, sin disponibilidad en las tiendas.

«Comemos menos. La situación está tan apretada que con lo que uno antes compraba para desayuno, almuerzo y cena, hoy día sólo alcanza para un desayuno, y no uno bueno», relató González en su humilde vivienda en el barrio caraqueño de Petare.

El presidente, Nicolás Maduro, defiende que en los 17 años del socialismo promovido por su antecesor Hugo Chávez, se redujo a mínimos la desnutrición, gracias a las redes públicas de distribución de alimentos subsidiados, una política reconocida por la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

Pero en medio de un derrumbe crucial de los precios del petróleo, la fuente principal de los ingresos y de las vitales importaciones de alimentos, los expertos consideran que la realidad de González se repite en millones de venezolanos.

Según una encuesta realizada entre agosto y septiembre del 2015 por tres de las principales universidades del país, cuyos académicos han arrojado críticas a Maduro, un 87 por ciento de los venezolanos sostuvo que sus ingresos fueron insuficientes para la compra de alimentos.

El estudio Condiciones de Vida en Venezuela (Encovi), elaborado por las universidades públicas Central y Simón Bolívar, junto con la privada Católica Andrés Bello, y divulgado en marzo, también revela que un 12 por ciento de los encuestados reconoció que ingiere dos o menos comidas al día.

El salario mínimo integral en Venezuela, que incluye una bonificación mensual para comprar comida, es de 24.853 bolívares (68 dólares), mientras la canasta alimentaria para una familia promedio de cinco se ubicó en marzo en unos 142.800 bolívares, según el Centro de Documentación y Análisis para los Trabajadores (CENDAS), un grupo desacreditado por el Gobierno.

Maduro sostiene que una «guerra económica» de la oposición y empresarios está sometiendo a los venezolanos a pasar horas en largas colas para comprar bienes básicos, pero los acusados niegan los señalamientos y dicen que más de una década de socialismo ha destruido a la industria local.

«El componente de fibra no existe, el consumo de frutas y hortalizas es escaso. Vemos con preocupación cómo el huevo y las caraotas han desaparecido de la mesa de los más necesitados», dijo Marianella Herrera, miembro de la Fundación Bengoa, una institución nutricional sin fines de lucro.

«Es una dieta de supervivencia», sentenció Herrera, resaltando los riesgos que suponen una dieta rica en grasas y harinas, como enfermedades cardiovasculares y diabetes.

A pesar de esto, el Gobierno sostiene que desde 1999, cuando Chávez llegó al poder, han logrado incrementar en un 37 por ciento el consumo de calorías, hasta las 3.092 calorías diarias el año pasado, garantizando las tres comidas al 95 por ciento de la población y erradicando la desnutrición infantil. No obstante, muchos cuestionan la calidad de esas calorías.

NI POLLO, NI CARNE

Sin ser una experta en nutrición, Nancy Morales reconoce que en los últimos dos años aumentó el consumo de carbohidratos y se redujo drásticamente el de proteínas animales, por lo que teme problemas de sobrepeso.

«Ya no se come como antes. Ni lo básico para tener buena salud», dijo la ama de casa de 40 años, mientras esperaba a las afueras de un mercado estatal en una zona popular de Caracas. «No se consiguen productos y los que venden son caros», explicó.

Una encuesta de una firma privada, Datanálisis, registró en febrero un nivel sin precedentes de escasez de alimentos en los comercios de Caracas de un 82 por ciento; es decir, que de cada 10 productos, ocho no estuvieron disponibles.

Según las conclusiones de Encovi, la dieta de los sectores pobres está compuesta en un 40 por ciento por carbohidratos. El Ministerio de Alimentación concordó con que el patrón de consumo de los venezolanos en 2015 privilegió la harina de maíz precocida –con la que se hacen las arepas–, el arroz, el aceite vegetal, azúcar de mesa y el pollo, como principal proteína.

El sondeo de los académicos mostró que la ingesta de pollo cayó 11 puntos porcentuales el año pasado.

«Ya no como pollo, ni carne; estoy cansada de buscar», confesó Magdalena Plaza, empleada pública de 35 años, quien no pudo comprar arroz en el centro de Caracas pese a que madrugó, faltó a su trabajo e hizo una larga fila de cuatro horas.

Según un estudio de la farmacéutica danesa Novo Nordisk y la escuela venezolana de gerencia IESA, casi dos millones de venezolanos sufren de diabetes. El país lidera las cifras de obesidad en Sudamérica con más del 30 por ciento de su población adulta padeciendo de ese mal, según un reciente informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Los expertos sostienen, además, que la salud también se ve amenazada cuando a la calidad de la alimentación se suman la falta de actividad física y los síntomas de angustia generados por la crisis económica del país, la criminalidad y las constantes fallas en servicios básicos, como agua y luz.

Un tercio de las 1.488 familias encuestadas por las universidades dijo que la situación del país le genera angustia, y otro 23 por ciento confesó sentirse triste. Mientras, el sedentarismo aumentó a 53 por ciento.

«He llegado a la casa de hacer cola y me voy directo a la cama y me pongo a llorar por llegar con las manos vacías. Me da tanta impotencia pensar que en mi cocina no hay nada», se lamentó Álida González, rodeada por su familia.

La comida disponible en su hogar para alimentar a tres adultos y dos niños se reducía a medio kilo de pollo, cuatro plátanos, una bolsa pequeña de arroz, aceite y un mango pequeño.

 

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