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La historia de las banderas de Latinoamérica

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(NA) –   Seguramente alguna vez se ha fijado en que las banderas de varios estados de Centroamérica, así como del sur del continente, son muy similares entre sí, usando algunas de ellas los mismos colores y franjas. Lógicamente, esto no es por mera casualidad.

Tales son los casos de, por ejemplo, las banderas de El Salvador, Honduras, Nicaragua o Argentina, las cuatro compuestas de tres franjas horizontales de color azul y blanco en donde prácticamente la única diferencia es el escudo que poseen.

Los mismos colores que utilizan los países de Uruguay y Guatemala, aunque en el primer caso se trata de nueve franjas mientras que en el segundo están dispuestas verticalmente.

Algo parecido pasa con Colombia, Ecuador o Venezuela, cuyos colores representativos son el amarillo, el azul y el rojo y, del mismo modo, en todos los casos son horizontales. Pero, ¿cuál es la relación que guardan entre ellas?. Para responder a ello hay que remontarse siglos atrás.

EL BLANQUIAZUL   

Como hemos dicho anteriormente, son varios los países que utilizan los colores azul y blanco como sus representantes. Todos ellos tienen un denominador común: las Provincias Unidas del Río de la Plata.

Este estado nació en 1810 tras la Revolución de Mayo en Buenos Aires contra el Virreinato del Río de la Plata, que comprendía la actual Argentina, Paraguay, Bolivia y Uruguay y vivía bajo el yugo de la Corona Española.

Durante el mismo mes de mayo se creaba la escarapela –cuyo origen aun es desconocido–, uno de los actuales símbolos de la nación latinoamericana y en donde ya se plasmó el color blanquiazul.

Manuel Belgrano, un político e intelectual que colaboró en el surgimiento de la Revolución de Mayo, adoptó la tonalidad de la escarapela y de este modo creó la bandera de las Provincias y que posteriormente sería la bandera de la actual Argentina.

Algunas versiones aseguran que Belgrano adoptó los colores del firmamento que coinciden con varias populares advocaciones de la Virgen María cuyas vestes tradicionalmente son o han sido albicelestes. Otra teoría defiende que se inspiró en el blanco y azul que actualmente sigue representando a la dinastía de los Borbones.

En 1818, el instigador revolucionario añadía al pabellón el ‘Sol de Mayo’, cuyo astro representa al dios del sol inca, Inti. La acuñación ‘Mayo’ se instauró en honor a la revolución previa.

El mismo símbolo fue incluido por Uruguay en su bandera, aunque, en este caso, la primera creada descendía de la Bandera de los Treinta y Tres Orientales, la cual conmemora la Cruzada Libertadora llevada a cabo por los Treinta y Tres Orientales contra la invasión luso-brasileña en 1825.

Ya en 1828 se planteó la necesidad de crear una bandera propia, momento en el que nació el estandarte de las nueve franjas celestes, que representaban a los departamentos en los cuales se dividía el territorio uruguayo en esa época.

Dos años más tarde, las nueve azules fueron sustituidas por cuatro del mismo color y cinco blancas, cuyo significado era el mismo que el del anterior pabellón.

Cambiando de naciones pero no de tonalidades, tenemos las banderas de Honduras, Guatemala, Nicaragua y El Salvador. Estas regiones nacieron a partir de las Provincias Unidas de Centroamérica, estado que existió entre 1823 y 1824, año en el que pasó a denominarse República Federal de Centroamérica.

Al igual que Uruguay y Argentina, la República Federal, que surgió tras la independencia del Imperio Español (1821) y la desaparición del Primer Imperio Mexicano (1823), adoptó la bandera de las Provincias Unidas del Río de la Plata, aunque posteriormente se fueron haciendo leves modificaciones según el país.

El artífice fue el líder independentista centroamericano Manuel José Arce y Fagoaga, el primer presidente de la República que, en gratitud a las Provincias Unidas del Río de la Plata, adoptó sus colores para su nueva nación.

Los cuatro países mencionados anteriormente adoptaron estos colores luego de su independencia y su consolidación como nación y, en todos los casos, las dos franjas azules simbolizan tanto al Océano Pacífico como el Atlántico, mientras que la blanca representa la paz.

Cada uno de ellos incorporó un escudo con una determinada simbología nacional y que se fue modificando a lo largo de los años.

LA TRICOLOR

En Sudamérica ocurre algo parecido con otros tres países: Ecuador, Venezuela y Colombia. Todos ellos utilizan los colores azul, rojo y amarillo para sus pabellones y, al igual que en los casos anteriores, tienen un origen común: la Gran Colombia.

Se trata de un país extinto en 1831 que nació en 1819 consecuencia de la unión entre Venezuela y Nueva Granada (Colombia) al que posteriormente se adhirieron Panamá (1821) y Ecuador (1822).

Se configuró a partir de la unión de las anteriores entidades coloniales del Virreinato de la Nueva Granada, Capitanía General de Venezuela, Presidencia de Quito (el núcleo del actual Ecuador) y la Provincia Libre de Guayaquil (Ecuador).

El inspirador de la tricolor que adoptó la Gran Colombia fue el General venezolano Francisco de Miranda, precursor de la independencia latinoamericana contra el Imperio español.

Dicho tricolor fue el primero aceptado como bandera nacional por las Provincias Unidas de Venezuela, la cual fue posteriormente utilizada por Simón Bolívar en su campaña libertadora.  Por aquella época las Provincias Unidas de la Nueva Granada también empleaban un tricolor, pero en lugar de azul se usaba el verde.

A partir de la desintegración de la Gran Colombia, los países en los que esta se dividió siguieron sando los colores de esta nación extinta como muestra de su herencia común. Con algunas pequeñas diferencias en su diseño, los olores del pabellón permanecieron constantes a lo largo de la historia de estos países.

El amarillo representa la riqueza del territorio colombiano, venezolano y ecuatoriano; el rojo, la sangre vertida por los guerreros en los campos de batalla para conseguir la libertad; el azul, el Océano y los ríos que bañan sus tierras así como el cielo que las cubre.

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