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El Papa clama contra el «anonimato ensordecedor» de los ciudadanos de segunda convertidos en paisaje urbano

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New York, N.Y. (EP) • El Papa Francisco ha clamado contra el «anonimato ensordecedor» de los «ciudadanos de segunda» que se convierten en parte del paisaje urbano que «lentamente se va naturalizando» a los ojos del resto de los hombres y especialmente en su corazón.

«En las grandes ciudades, bajo el ruido del tránsito, bajo el ritmo del cambio, quedan silenciados tantos rostros por no tener derecho a ciudadanía, no tener derecho a ser parte de la ciudad — los extranjeros, los hijos de estos que no logran la escolarización, los privados de seguro médico, los sin techo, los ancianos solos–, quedando al borde de nuestras calles, en nuestras veredas, en un anonimato ensordecedor», ha dicho durante la homilía pronunciada en la misa celebrada en el Madison Square Garden.

El Pontífice ha hablado ante un recinto abarrotado con miles de personas que le han interrumpido con aplausos en varias ocasiones, especialmente, cada vez que ha subrayado que Dios vive en la ciudad.

Francisco ha reconocido que vivir en una gran ciudad es algo «bastante complejo»: «contexto pluricultural con grandes desafíos no fáciles de resolver». No obstante, también ha destacado que las grandes ciudades son recuerdo de la riqueza que esconde nuestro mundo: la diversidad de culturas, tradiciones e historias y la variedad de lenguas, de vestidos, de alimentos. «Las grandes ciudades se vuelven polos que parecen presentar la pluralidad de maneras que los seres humanos hemos encontrado de responder al sentido de la vida en las circunstancias donde nos encontrábamos», ha comentado.

Por ello, ha subrayado que saber que Jesús sigue caminando en las calles, mezclándose con su pueblo, implicándose e implicando a las personas en una única historia de salvación, llena de esperanza, una esperanza que «libera» de esa fuerza que empuja a aislarse, a desentenderse de la vida de los demás, de la vida de la ciudad. Una esperanza que nos libra de «conexiones» vacías, de los análisis abstractos o de las rutinas sensacionalistas. «Una esperanza que no tiene miedo a involucrarse actuando como fermento en los rincones donde le toque vivir y actuar. Una esperanza que nos invita a ver en medio del ‘smog’ (polución) la presencia de Dios que sigue caminando en nuestra ciudad», ha destacado.

«¿Cómo es esta luz que transita nuestras calles? ¿Cómo encontrar a Dios que vive con nosotros en medio del ‘smog’ de nuestras ciudades? ¿Cómo encontrarnos con Jesús vivo y actuante en el hoy de nuestras ciudades pluriculturales?», se ha preguntado. Francisco ha asegurado que el primer movimiento que Jesús genera con su respuesta es «proponer, incitar, motivar» y ha recalcado que propone siempre a sus discípulos ir, salir, «los empuja a ir al encuentro de los otros, donde realmente están y no donde nos gustarían que estuviesen».

«Vayan, una y otra vez, vayan sin miedo, sin asco, vayan y anuncien esta alegría que es para todo el pueblo. Dios fuerte. En Jesús Dios se hizo el Emmanuel, el Dios-con-nosotros, el Dios que camina a nuestro lado, que se ha mezclado en nuestras cosas, en nuestras casas, en nuestras ollas, como le gustaba decir a santa Teresa de Jesús», ha pedido.

Precisamente, ha asegurado que Dios libera del anonimato, de una vida sin rostros, vacía, e introduce en la escuela del encuentro. «Nos libera de la guerra de la competencia, de la autorreferencialidad, para abrirnos al camino de la paz. Esa paz que nace del reconocimiento del otro, esa paz que surge en el corazón al mirar especialmente al más necesitado como a un hermano. Dios vive en nuestras ciudades, la Iglesia vive en nuestras ciudades y quiere ser fermento en la masa, quiere mezclarse con todos, acompañando a todos», ha concluido.

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