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El Destino de Borges y su Búsqueda (2a. Parte) por Pablo Minniti

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Jorge Luis Borges

 

En la ciudad de Mar del Plata, en Argentina, al llegar la temporada alta del verano, Jorge Luis Borges llegaba a dictar conferencias. Uno de los sitios era el Salón del Centro Médico en la calle San Luis. Al terminar, el escritor acudía invariablemente a un local lindero: “La Reforma” de Pedro Cambiazo. Allí, en un edificio que databa de más de cien años, con una ambientación propia de guapos y orilleros, el escritor pedía una “picada”: trozos de embutidos y aceitunas, servidos en papel de estraza a los que se debía tomar con la mano. Los acompañaba con algunos vasos de vino.

Con Pablo Minniti y otros amigos de entonces, nos reuníamos alrededor de Borges, y por dos o tres horas escuchábamos su plática. Al terminar lo acompañábamos a continuar su ciclo de conferencias: casi siempre  en la zona costera de la ciudad, en el Hotel Provincial o el «Salón Auditórium». Durante el trayecto no dejábamos de conversar apasionadamente sobre literatura y él traducía de memoria antiguos versos gálicos o pasajes de “Las Mil y una Noches”.

Un grande a nuestro alcance; un enorme y cálido libro viviente al que se le podía preguntar y de quien recibíamos las respuestas más sabias. Sin duda es por  esta vinculación entrañable con Borges cincuenta años atrás, en el asomar de nuestras juventudes , que surge este maravilloso artículo de Pablo.

Hoy presentamos la segunda parte.

Gocho Versolari

 

 

“Y sentí Buenos Aires.
Esta ciudad que yo creí mi pasado
es mi porvenir, mi presente;
los años que he vivido en Europa son ilusorios,
yo estaba siempre (y estaré) en Buenos Aires”.
[Fervor de Buenos Aires]

El poeta parece meditar en la ciudad, y sus poemas son una especie de conversación íntima.

“A mi ciudad de patios cóncavos como cántaros
y de calles que surcan las leguas como un vuelo, a mi ciudad de esquinas aureoladas de ocaso
y arrabales azules hechos de firmamento…”
[Luna de Enfrente]

Y por todas las cosas que ve, presiente y canta, tratando de compartir todo ese misterio, finaliza diciendo,

“Así voy devolviéndole a Dios unos centavos
Del caudal infinito que pone en mis manos.”
[Luna de Enfrente]

Tal vez el éxtasis, el asombro, o la angustia intemporal, movilizaron su espíritu, para que escribiera esa maravillosa página, “Sentirse en muerte” [Historia de la Eternidad]. También uno siente que su diálogo interno, es como un continuo descubrir, cuando dice.

“Haber sentido el círculo del agua
En el secreto aljibe,
El olor del jazmín y la madreselva,
El silencio del pájaro dormido,
El arco del zaguán, la humedad,
Esas cosas, acaso son el poema.”
[Fervor de Buenos Aires]

Borges nos lleva del simple plano emocional, al metafísico.

“Lo supieron los arduos alumnos de Pitágoras:
Los astros y los hombres vuelven cíclicamente…”

“No sé si volveremos en un ciclo segundo
Como vuelven las cifras de una fracción periódica;
Pero sé que una oscura rotación pitagórica
Noche a noche me deja en un lugar del mundo…”
[El Otro, El Mismo]

Su conocimiento de filosofías esotéricas, siempre se desliza en algún poema, cuento o ensayo. Siempre hay algo que nos atrapa, y despierta nuestra curiosidad.
Borges diría que el lector debe ser un cómplice un poco secreto, para llevar a cabo los sueños del amanuense que los escribió. En el Poema Conjetural, en el cual se refiere a uno de sus antepasados, Francisco Laprida, también toma el instante de la muerte, en el cual uno puede ver su rostro, no como en un espejo velado, sino en todo su esplendor. Fue en ese momento cuando Laprida conoce su verdadero destino.

“Yo que anhelé ser otro, ser un hombre

de sentencias, de libros, de dictámenes,
a cielo abierto yaceré entre ciénagas;
pero me endiosa el pecho inexplicable
un júbilo secreto. Al fin me encuentro
con mi destino sudamericano.”
[El Otro, El Mismo]

Y también es el destino de Borges:

“A esta ruinosa tarde me llevaba
el laberinto múltiple de pasos
que mis días tejieron desde un día
De la niñez…”
[El Otro, El Mismo]

 

Pablo Minniti

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