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El Americano Desnudo – La Seducción de la Barbarie

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Igor Zenin Photographer - Tutt'Art@ (29)
Igor Zenin – Photographer

 

¡Por fin logré mi objetivo! – exclamó mi amigo en el día de su boda – ¡Pude casarme con una mujer latina!. Mi amigo: un americano típico, alto, corpulento y rubio, me confesaba, un par de horas antes de asistir al tálamo nupcial, que siempre lo había atraído la sensualidad y el misterio de las mujeres nacidas al sur del Río Bravo.

De la universidad a la caricia; de cocinar un huevo hasta una declaración de amor. La vida del americano requiere de un cálculo preciso, de una evaluación certera. El resultado: una sociedad segura, sin lugar a dudas, pero en la que mengua hasta reducirse a su mínima expresión, el impulso creador, la capacidad de asombro; el afán de lanzarse a la aventura.

El latino en cambio, basa su vida en el impulso: desde cruzar la frontera con los tres ceros (Cero papeles, cero inglés y cero dólares), hasta los imponderables que debe sufrir en un país muchas veces hostil, cumpliendo extenuantes jornadas de trabajo, a punto siempre de ser deportado antes de lograr una  posición segura.

En el artículo anterior describimos un grupo de americanos que juegan  Voley en una playa nudista. Aparentemente están desnudos. Los cuerpos, de acuerdo a las disposiciones del lugar, no exhiben una sola prenda. Sin embargo, son numerosos, espesos y muy difíciles de quitar los invisibles vestidos de la cultura que los cubren segundo a segundo.

Los griegos llamaban Barbaroi al extranjero. A aquellos pueblos, que hablaban otro idioma y cuyas costumbres eran distintas a la cultura de la Hélade. Con el tiempo, el Barbaroi por excelencia fue el clásico enemigo, el Persa. Seducción de la Barbarie es un fenómeno, descrito por el antropólogo argentino Rodolfo Kusch. Se produce cuando el miembro de una sociedad firmemente establecida, se enamora del riesgo y el potente hálito vital y creativo que rodea a los bárbaros. En nuestro caso, los latinos o las culturas africanas, las principales vertientes que, junto a la población autóctona, conforman este País―Continente.

El americano sueña con el imprevisto, con el afán de aventura que sus pautas culturales no sólo le niegan, sino que a veces presentan como la posibilidad de la muerte, o de la pérdida del alma. Desde un plato que prometa características exóticas, hasta la posibilidad de viajar a zonas desconocidas sin otro recurso que el cuerpo y la capacidad natural. El americano, encorsetado en la ropa oscura del hábito, sueña con la desnudez. La visión de su cuerpo sin ropas le promete una plenitud que nunca encontrará en la vida aséptica  que la familia y la sociedad de origen le presentan como una bendición.

 
El Vilcabamba ecuatoriano, con sus misterios aborígenes y sus promesas de inmortalidad, está repleto de americanos y muchos de ellos adquieren propiedades con el afán de  vivir en la zona; de convertir en algo permanente el placer de quitarse las ropas y dejarlas en el camino de la vida.

 
En Iglesias, escuelas, centros comunitarios de Saint Louis, o incluso en la propia calle, figuras como Eileen Wolfington, La Morena, ofrecen a muchos estadounidenses, vestirse con ropas latinas y bailar los ritmos que llegan de México. Con esto, les brinda unos segundos de saludable desnudez. Es entonces cuando el americano abre  en ese túmulo de hábitos y gestos prefijados las brechas necesarias. Deja un momento esa ropa de acero que amenaza su piel desde el nacimiento.  El entregarse por un instante a la Seducción de la Barbarie, amplía la mente; favorece la comprensión de la pluralidad cultural en la que se asientan las bases de la nación. El bárbaro, el latino, el afro americano, no es el otro, el alter, sino alguien  que, desde mi entraña, aflora gloriosamente a la superficie de la vida americana.

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