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La Masa Madre (Para Poetas, Soñadores y otros Demonios)

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Igor Zenin - Fotógrafo y Artista Ruso - Moldavia, 1948
Igor Zenin – Fotógrafo y Artista Ruso – Moldavia, 1948

¿Qué hacer?

En un mundo donde los valores que priman no son los poéticos, debo hablar de poesía.

Remar contra la corriente, según lo llaman.

Lo cierto es que quienes escribimos versos, antes de hablar, caminar o respirar nos convertirnos en remeros especializados. Hoy en día, el amor a la guerra y a una ciencia deshumanizada que ocupan el poder, observan con hostilidad a los poetas .

Además de hablar de poesía, debo hablar de mi poesía. La propuesta es que así lo hagamos quienes formamos esta suma de voces en Saint Louis, que se ha dado en llamar Hermanos en Letras. Me dirijo antes que nada a los poetas (los que son vates declarados, y los que llevan dentro «la molesta avispa» de los versos; esto incluye a casi todos los lectores). Me dirijo también a los soñadores obstinados, empecinados, que suelen entrar y salir del basurero  donde esta cultura de lo eficaz relega aquello que no  demuestra una inmediata utilidad .

El texto que sigue, lleno de observaciones personales acerca de cómo escribir poesía (o mejor dicho, como permitir que la poesía escriba a través de nosotros), está plagado de hipertextos dirigidos a mi obra poética. El lector sabrá si accede a ellos, o si los evita.

El título de este trabajo –  La Masa Madre – hace referencia a cierta dinámica o impronta que se produce al recibir una visita de la poesía. Cuando el aprendiz de vate deja de serlo, es cuando descubre la propia voz. Abandona las influencias, el afán de parecerse y los oídos internos se afinan para escuchar el dictado de una voz que no se detiene. Los versos se agruparán no de un modo lineal, sino de la forma en que se elabora la comida cotidiana en la Ciudad de Pan.

La masa madre, en el arte de la panadería, es un cultivo simbiótico a partir de cereales. Un trozo diario permite la elaboración del pan de ese día, luego de agregarle harina y agua. Del mismo modo, hay poemas que engendran  cientos de otros poemas. En mi caso, la Masa Madre Universal, la que me anima hasta hoy, surgió a los diecisiete años en una Estrofa libre de cuatro versos. Esta masa primordial fue escrita en una suerte de eterno presente y  continúa gravitando sobre cada uno de mis versos. A lo largo de los años ha generado otras levaduras en esa línea llena de ondas, de estribaciones, que la poesía recorre en el curso de una vida.

Estas masas madres, rara vez siguen una trayectoria cronológica, lineal. Hay poetas que elaboran la primera en la infancia y  sólo forjan una más antes de la muerte. En mi caso, las masas madres se han ido sucediendo. Verde Buitre de Luz Hay un Llanto en tu Baile; Descalzo en los Cinco Reinos… Un traslado virtual a la Grecia Clásica me ha permitido elaborar varias  masas madre con el sello de la Hélade. La más importante: Eratóstenes,

Al emerger una de estas masas, los poemas que siguen, y que pueden abarcar varios tomos, se alinean sutilmente con ese haz de versos que posee una fuerza decididamente generadora. Quienes han estudiado el japonés y el chino, encontrarán similitud con los ideogramas gen, es decir aquellos que sirven para elaborar otros, al aportar los elementos base de su composición.

Se preguntarán: cómo obtener una Masa Madre; cuáles son los pasos que nos conducirán a ella. La respuesta es simple. No hay pasos, sino más bien dejar todo programa de instrucciones, todo manual. No vale el cómo hacer, sino el relajarse y dejar fluir. Algo que nos resulta difícil a los occidentales es permitir que las fuerzas que siempre han estado dentro de nosotros, como la inspiración,  tomen el mando. Necesitamos tenerlo todo bajo control, y eso no va con la poesía.

Imaginar un Incendio del Cielo;una Grieta en la tierra que conduzca a otro mundo; la Luna en los senderos de un bosque en un pueblo de Europa; un ejército de Mariposas invadiendo un rascacielos.  El poema-Masa Madre debe escribirse a sí mismo. Esa es la condición para que engendre nuevos versos, libres y fluidos.

No importa si debemos declamar nuestras estrofas en  desiertos espinosos durante un largo tiempo; no importa si pensamos que lo que escribimos son Poemas que Nadie Leerá.

Basta con que  nuestro atento lector interior suspire de satisfacción con el verso final. Lo demás, llegará tarde o temprano.

 

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